miércoles, 28 de julio de 2010
A cerca de enraizamientos
HE CONSTRUIDO UN JARDIN COMO QUIEN HACE...
He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada más, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido
Tener un jardín es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caía anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere mientras
la especie que lo contiene no deja de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.
Diana Bellesi, nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1946 y reside en Buenos Aires. Obra poética: Destino y propagaciones, 1970; Crucero ecuatorial, 1980; Tributo del mudo, 1982; Danzante del doble máscara, 1985, Eroica, 1988; Buena travesía, buena ventura, pequeña Uli, 1991; El jardín, 1993; Colibrí, ¡lanza relámpagos!, 1996; Sur, 1998; Mate cocido, 2002; Leyenda, 2002 ( antología); Antología poética, 2002; La edad dorada, 2003; La rebelión del instante, 2005; La penumbra que mira el oro, 2007; Con la voz en bandolera, 2007; Tener lo que se tiene. Obra reunida 2009. Ensayistas y traductores.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
hay un jardín interior que todos tenemos, algunas veces nos olvidamos de él. Pero sus profundas raíces tiran de la conciencia para recordarnos su presencia.
el capitán marte
Gracias por compartir tan bello poema, sigo su blog, porque me encantan sus trabajos de arte y pero sobre todo sus libros de artista. También es una gran oportunidad para mí el conocer a través de su blog la poesía argentina, que es maravillosa.
De verdad, gracias!
El verdadero jardín es dueño de sí mismo, no hay jardinera que pueda evitarlo, tal vez por eso a mí me gusta la palabra “derrota” como sinónimo de camino o rumbo, jardín abierto. La RAE nos dice que derrota también significa el alzamiento del coto, el permiso que se da para que entren los ganados a pastar en las heredades después de cogidos los frutos.
Me alegro poderte saludar de nuevo.
Me alegra volver a ver una entrada en tu blog...siguen esas fotos inqietantes, misteriosas, cuyas raíces parecen estar modificándolas continuamente. Una hermosa poesía.
Que consigamos construir nuestro jardin interior y no habrá error, como diría el I·Ching.
Un gran abrazo
Publicar un comentario