martes, 18 de noviembre de 2008

Serigrafía en construcción


Mientras trabajo olvido las palabras, busco decir sin ellas, ellas que se repliegan en ese avance ciego del dibujo, de la línea que excava su silencio y se convierte en palabra desmemoriada que ha perdido su rumbo.Es el aire el que habla, surco abierto, laberinto que esparce y comunica su abismo.
La claridad se aprende, cuando la herida aprende a no doler.
El artista grabador, al igual que el poeta, carece de argumentos. Su verdadero viaje comienza en el no sé; en el sometimiento y la liturgia de la palabra viva arrancada al silencio, del trazo orgánico, capaz de despertar a la materia inerte. Paradójica libertad creadora contenida en el obedecer. Es la contemplación del otro la que dibuja una mirada que descifra lo que sentimos, pero dejando siempre una zona de veladura, oculta tras la luz.
Ahora es noche cerrada. El fuego falso exhala sus últimos estertores. El rescoldo se rinde a la ceniza. Más allá del cristal, el paisaje no alumbra, entenebrece. Sólo el sonido existe. Sobre la mesa arde una tenue luz, abierta surco a surco. Alrededor, quedan restos, virutas, pedazos inservibles, limaduras, destellos. Dentro están las sombras, los paraísos. Las palabras regresan sin decirse.
Del libro "Sombras y Paraísos" de Rosana Acquaroni