martes, 6 de diciembre de 2011

La inalterable belleza de los tigres sonámbulos

















DE NUEVO DEJO VOLAR los grandes paraguas blancos en el aire nocturno. Lo sé, éste no es el camino del nuevo Colón, mi reino insular permanece sin descubrir.Las infinitas ramificaciones de las raíces del aire de las que he colgado una mano en cada una, se abrazarán solitarias, ignoradas de los viajeros de la altura, cada vez las agarrarán más compulsivamente las manos y nunca se quitarán el guante de la melancolía. Todo eso lo sé, pero sé también, que no puedo confiar en la marea que, como una espuma como la de abajo, baña las orillas como contornos de encajes de aquellas islas que yo deseo que se integren en el SUEÑO absoluto. Bajo mis pies descalzos se enciende la arena, me pongo sobre la punta de los dedos y me voy rumbo hacia arriba. Hospitalidad no puedo esperar, eso también lo sé, pero ¿dónde puedo detenerme,si no allí? No se me considera allí bienvenido. Un heraldo desconocido viene a mi encuentro en alta mar para decirme que me está prohibida cualquier escala. Ofrezco mis manos sangrantes por las espinas flotantes del cielo a cambio de un instante de reposo, en la esperanza que desde allí, desde la playa de seda de la primera despedida de mi mismo, aún pueda alzar una serie de velas redondas, hinchadas y pueda continuar mi periplo hacia ellas. Ofrezco mis manos para vigilar sobre que el equilibrio de esa flota póstuma permanezca sin riesgo alguno. De nuevo se me rechaza. A mi no me queda sino continuar el camino, pero se me van las fuerzas, cierro los ojos y busco un hombre con una barca.

Bucarest, Poemas y prosas de juventud, Paul Celan.

Libro de artista de Inés González