sábado, 18 de julio de 2009

Aventura seminal de la huella





UNA CASA SIN VENTANAS o cómo no mirar un cuadro.

Cuando contemplamos una pintura la sometemos a un saber previo. A nuestra ley. A una mirada que siempre es anterior. La "obra" es considerada como una ventana. A través de ella, contra ella, arrojamos nuestras formas de ver, los más sabios establecerán largas genealogías e influencias de estilo; otros destacarán el cromatismo o la agilidad de la muñeca; también hay quienes intentan descifrar el secreto que alberga el cuadro en su interior. Así, el cuadro se convierte en una ventana por la cual nos asomamos al alma atormentada del autor. Sus pinturas representan secreta y por ello más fielmente su yo más íntimo.
Tras esas ventanas intentamos descubrir el sentido de la obra, el querer-decir del autor, aquello que precisamente le instituye como director, jefe del sentido, creador, autor. Mirada que se instituye espectacularmente: nos descubrimos en el reflejo de la obra, onanismo autoafirmativo.
¿Y si por el contrario fuera una casa sin ventanas? Podría ocurrir que la obra del autor no se dejara tematizar bajo el concepto ventana, bajo ningún concepto, ni saber propio...que la autoría se viera así diseminada...que no hubiese sentido ni ausencia de sentido, sino un exceso de sentido, de huellas que no se dejan atrapar en una focalidad previa y que arruinan el buen sentido, la rectitud; temblor que lo atraviesa y lo desplaza: aventura seminal de la huella, huellas que no remiten a un sello original, lugar en el que el pincel ya siempre es huella del trazo pintado y éste de aquella, lugar sin espacio. Nada de ventanas ni de origen del sentido, sino una diseminación del origen; nada de creación, otro nombre de la teología, sino producción que afirma lo múltiple y la différance en el origen. Que borra toda pretensión de originalidad. En vez de obra, de ventana, un algo, un indeterminado, que no dice ni expresa, sino que inquieta: temblor y temor que sacude la tranquilidad de la casa, la propiedad, la identidad. Riesgo que imposibilita cualquier identificación. Algo con lo que se conecta, que produce, que contagia... Algo que borra las fronteras entre autor, obra y espectador. Algo que es imposible de prologar, de presentar. Algo irreductible a saberes anteriores. Algo que escapa a la mirada. Algo que sólo puede ser visto con el oído, con el olfato, con los poros. Algo que cuando no se mira acontece.

Julio Díaz