lunes, 31 de marzo de 2008

Heridas del viento


Arboles

¿Qué sería de los árboles sin el viento?. Su agitar de ramas. Su aletear de hojas.
Inmóviles. Imponentes, se expresarían de otra forma. En realidad lo hacen. Subjetivamente. A fuerza de imagen. De silueta recortada en el cielo. De soledad. O de bosque. O de misterio. De sugerencias. De imaginación. Cambiando de color. Amarilleando. Reverdeciendo. Cubriéndose de flores; de pájaros; de lluvia o de rocío. El llanto de la noche.
De polen, como un aserrín volador, engendrador de otro futuro aserrín. Arrojando semillas. Exhibiendo frutos.
¿Habrá en la tierra algo vivo más inmóvil que un árbol?. ¿O más imponente?.Viéndolos comprendemos el paso de la vida. Y de la nuestra. Y la de los otros. Tratamos de situarnos en el tiempo transcurrido e imaginar todo lo que sucedió mientras ellos crecían.
Y si no los hubiera, ¿cómo correría el aire y silvaría el viento de no existir hendijas, molinos, veletas?
¿Se han detenido alguna vez a dialogar con ellos? Todos tienen un idioma común y un lenguaje diferente.
¿A caso es lo mismo una hilera de pinos o una de álamos?. ¿Emiten los mismos sonidos?. ¿Han escuchado el del canto de las casuarinas. Los tubos de un órgano invisible suenan sinfónicamente. El aire se pone en movimiento y penetra en las ramas, el follaje, con suavidad, o de golpe, según la pasión desatada. Le hace el amor arrancándoles gemidos de placer.
Voces celestiales. Las fecunda. Se agitan, abandonan y murmuran en orgasmo invisible. Entre ellas se comentan como les ha ido con el viento. Inclinándose. Contándose sus experiencias. Gozando. Sin dejar de hacer sombra. Refrescando el lugar. Porque hay que disfrutarlas en primavera y verano. Nunca en invierno. El viento helado las viola. Sufren. Se resisten. No haceptan el amor a la fuerza. La penetración fría y despiadada. Responden con odio, sacudiéndose, gritando. Sometidas. En otro lecho. Si tálamo nupcial. Sin fecundidad. Sin frutos. A lo sumo ramas rotas. Son las heridas de la pasión del viento. Hasta los grabados de sus troncos, de otros amores, otras pasiones, parecerían difuminarse o llorar savia, lágrimas de resina. Y el viento sale de ellas llevándose sus secretos. Las voces de los pájaros. El piar de los nidos. El misterio de las tramas de las tela de araña. El andar de las orugas. El trajinar de las hormigas. El canto de los grillos escondidos en algún rincón de la noche. Las andanzas de Príapo. Todo ese sonido se suma al murmullo de las casuarinas. A su poesía. A su canto. Transportados por el aire en movimiento. Tibio, perfumado. Disueltos en él. Sin destino. Con la belleza de lo arcano. Nada mejor que tirarse a su sombra. Entornar los ojos y escuchar. Escuchar ese marvilloso lenguaje y soñar.
Probablemente los duendes del bosque harán el resto.

Juan Carlos Gargiulo marzo de 2008