miércoles, 10 de marzo de 2010

Fluir o memorar










Hace días revolviendo una caja que guarda fotos, encontré esta muy antigua, tiene nada más y nada menos que 34 años.
Posaba yo en ese entonces en oscuras circunstancias, como oscuras eran también las circunstancias que rodeaban a mi país. Un futuro negro se avizoraba en el horizonte, ruidos de sables y cuarteles azotarían en pocos meses a la República Argentina.
Corría por ese entonces mediados del año 1975, el golpe militar se produjo el 24 de marzo de 1976.
Con la mirada de una mujer que ha vivido observé detenidamente esta foto, la imagen me rebeló el rostro de una niña con una sonrisa abarcadora, sus ojos negros abiertos a la vida y a los desafíos aún no habían perdido la inocencia.
Casi con timidez sus brazos mecían a otra niña: mi hija Carolina.
La foto pequeña y desgastada, acusa el paso del tiempo en la múltiples estrías, dobleces y bordes carcomidos.
Hoy por circunstancias personales, la vida y el futuro también se me anticipan de forma umbría, o por lo menos así lo siento yo.
Me gustó verme con 21 años envuelta en esa sonrisa cargada de optimismo, de confianza en el futuro, en el hombre y en la vida.
Y quise atraparla, como forma de exorcismo, o de extraño ritual lavativo.
Cogí mi libro de artista (bitácora íntima) y sobre el grueso papel de trapo, a modo de collage estampé la fotografía. Pinté, dibujé y manipulé, ese rostro repetido tres veces.
Me miro y la miro, serán la misma persona? no me refiero a la tersura de la piel, al pelo o al brillo en la mirada, sino a esa pepita de oro que guarda nuestro interior y que denominamos identidad.
A veces los caminos recorridos nos imprimen una impronta tan profunda que terminan desencajándonos de la huella original.

Mirándote miras
el agua florida
de las fuentes y
vuelves a ver el sol
el espacio pulido
de las piedras o
el vuelo marsupial
rasante
de los pájaros
contra el cielo

tantas cosas reunidas
otra vez ante tus ojos
tanto trigo
que habla tu lengua
orla tu boca de sonidos
y derriba los muros

murolos donde estuve
con la voz velada
pero ahora
se me escucha hablar
echar nombres o
colores por la boca.

Cartas de Andrea de Azcuenaga ( fragmento) de Juan González

9 comentarios:

miarte Mirtya Huizzi dijo...

Amiga...me queda algo en el aire! Somos las mismas personas de siempre o perdemos nuestros rasgos propios con el paso del tiempo.
Creo que las condiciones,las circunstancias, bifurcan nuestro signo identificable...
Un recuerdo siempre

mirada dijo...

Memorar y fluir...
Sí, es por ahí el camino, justo, la pepita de oro está, la he visto, me he quedado admirándola maravillada.
Las personas son capaces de mirarte esa pepita de oro, de verla e incluso palparla, admirarla y sobre todo de enriquecerse, no la han manchado de polvo, ni de sangre, ni de ácidos.
Desde tu mirada hacia el ayer para encontrar tu pepita has tenido que perforar una capa de experiencias vitales, capas de cebolla, que a día de hoy han conseguido la gran artista y mujer que eres.
¿Quieres sentir la pepita?
¡Suelta, libera, déjate llevar y sonríe!
LLegan tiempos muy buenos, si das vida a la fluidez memorando la esencia que llevas.
(es que el yoga, me está enseñando mucho, jejejeje)
Gracias corazón por compartir así, por permitirme estar a tu lado.
Te quiero mucho.
Estoy maravillada con tu trabajo casi tanto como de tu persona :-)

mateosantamarta dijo...

Tres generaciones en esta conmovedora entrada. No sé si se te parece, pero me recordó esta foto a tu hija pequeña.
Creo, como Mirada, que la pepita de oro está ahí y, como mucho y también ella lo dice, recubierta por muchas capas -las cebollas siguen echando hojas o capas y cada una protege a la siguiente de la helada- Llamemos a esa pepita soplo vital y protejámosla con todas las capas necesarias. Llorabamos el desastre de Argentina desde las celdas franquistas cuando la esperanza aquí empezaba a crecer. Un gran abrazo, AMIGA QUERIDA.

Shandy dijo...

Inés, me emociona este exorcismo tuyo, la historia que recuerdas, el poema de tu padre: "Mirándote miras el agua florida de las fuentes"... (Yo también me miro, casi treinta años atrás, en una fotografía que está en una de las estanterías de mi estudio).
Deja que esa joven mujer de ojos grandes te mire, que te envuelva en su sonrisa, que te acoja como tú lo has hecho con tus manos, y que te impulse. Deja fluir, mientras recuerdas, todo lo que guardas dentro, toda la fuerza y todo lo bueno recogido a lo largo de los años. No, no somos los mismos, sino la suma de lo acumulado en ese fluir de la lucha por la vida, con nuestras heridas, perdidas, fracasos y desengaños, pero también con la esencia de nuestros mejores yos vividos, nuestras pepitas de oro, nuestras señas de identidad. Es bueno recordarlas para seguir fluyendo en y con ellas y al tiempo mudar la piel y construir nuevos trajes a los que no resulta fácil adaptarnos. A veces pienso que en cada decada mos enfretamos a una nueva adolescencia, pero ahora con la conciencia más clara de lo que somos, el pensamiento y la experiencia nos ayuda pero también nos desconsuela.
Quiero hacerte llegar por otra puerta un abrazo, un abrazo muy especial. Y aquí dejarte "Un cuento chino":
Abre este mensaje cuando todo lo demás haya fracasado, dijo al rey el anciano sirviente.
Y el rey guardó aquel papelito en el interior de su anillo de diamantes.
El pais fue invadido, el rey perdió su reino y se vio forzado a huir.
En el momento de máxima desesperación el rey se acordó del papelito, abrió y leyó:
"Esto también pasará".
Pasado un tiempo reconquistó el reino, entró victorioso en su país
y fue recibido con una gran fiesta por todos sus súbditos.
El anciano sirviente se acercó a él y le invitó de nuevo a leer el mensaje:
"Esto también pasará".

Inés, la vida va, viene, vuelve y se revuelve, pero aquí estamos: Vivos. Mañana puede salir el sol, míralo, retenlo... yo también lo haré, desde otro lugar, contigo. Y piensa que en cualquier otro momento podremos mirarlo juntas.

Pedro M. Martínez dijo...

La mirada, la sonrisa, la inocencia de una vida por vivir.
Tres miradas, tres sonrisas, una esperanza entre los brazos repetida por tres.
Y sin embargo, en la composición, hay algo inquietante, trágico, una sombra ahí, flotando.
Mis respetos.

Ventana indiscreta dijo...

Inés, sabes que soy cizallera, por no decirte cañera. Ese artilugio vegetal que has colocado en tu primera foto me causa cierto pavor porque más me parece una fusta o un látigo. Espero que no signifique éso, porque ya demasiado nos fustigan para que nuestra identidad se vaya ahumando y, pocas veces, alumbrando. Eres grande, negra. Yo te llamo negra y espero que me dejes, a la Sosa tambien se lo llamaban. Te quiero dejar un poema que para mí es de cabecera. Es inmenso. Te lo dejo en traducción y en original. Nada te digo sobre él salvo que es estimulante. Decir antes del poema de tu padre su belleza introspectiva y su optimismo.

El poema que te mando es de Miquel Marti y Pol:

Después de todo

Después de todo aun queda espacio
para repensar la vida y convertirla
en un ámbito mucho mas silencioso,
al abrigo de los inhóspitos desbarajustes
y las inevitables adversidades.
Pero el secreto es que no hay secreto
y los ritmos y las pausas son la cara
quizá oculta de los tiempos que no hemos vivido
mientras hacíamos proyectos y nos jugábamos
el pasado y el futuro en inefables
futilidades con pose circunspecta.
¿Y ahora que nos queda fuera del recelo
y las carencias? ¿Qué compartiremos
con la gente que amamos y que nos estima?
¿La oscura complacencia de los secretos
o la riqueza absurda del misterio?
Nada de esto y casi todo, porque el sutil
espejo discreto que nos enciende la mirada
es la nada que siempre descubrimos
sin querer, tozudos y osados,
después de todo, después de cada cosa.


Y en catalán:

Després de tot encara queda espai
per repensar la vida i convertir-la
en un àmbit molt més silenciós,
a l'abric dels inhòspits desgavells
i les inevitables maltempsades.
Perquè el secret és que no hi ha secret
i els ritmes i les pauses són la cara
potser oculta del temps que no hem viscut
mentre fèiem projectes i ens jugàvem
el passat i el futur en inefables
futilitats amb posat circumspecte.
I ara què ens queda fora del recel
i les mancances? Què compartirem
amb la gent que estimem i que ens estima?
La fosca complaença dels secrets
o la riquesa absurda del misteri?
Res d'això i tot això, perquè el subtil
mirall discret que ens encén la mirada
és el no-res que sempre descobrim
sense voler, tossuts i agosarats,
després de tot, després de cada cosa.

BESOS.

virgi dijo...

Conmovedoras tus reflexiones.
He interpretado esos hilos como cabellos, restos de lo que algún día no seremos. Delicadas huellas que permanecen en el tiempo, para recordarnos la levedad en estamos sumergidos.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Fusta o látigo, raiz, rama...Un saludo

El peletero dijo...

A mi me gusta mirarme con 21 años, o con doce, o con dos, con apenas dos días o con cuarenta años. Ya no soy yo, pero lo fui.

El año 75 murió Franco y soltábamos, sin que nos vieran, tapones de botellas de champaña por la Ramblas y aquella tarde celebramos una fiesta con pastel incluido. Dijimos que era para un amigo que se iba y encargamos unas palabras escritas con chocolate, como esos hilos negros de tus fotos, “Adiós muchacho...”, escribió el pastelero.

Eso es ahora lo que me digo cuando me miro en aquellas fotos.

Saludos.