domingo, 15 de septiembre de 2013

Durmiente I. Crisálida vegetal
















































































































































































Y, de la tierra, un pájaro,
a impulso de su canto,
pensativo se alza.

Oh tiempo milagroso:
ya no hay pájaro; lluvia,
cristal vivo, hacia arriba
crece.

Mas la ternura
tiende su mano misteriosa.
Alguien - el mundo- dice
adiós, adiós, sin palabras.

Mi corazón sobre la música
se inclina en paz. Alguien dice
siempre adiós.
La belleza
necesita silencio.


Del Libro Edad, de Antonio Gamoneda

De la serie "Tras la Huella de Karl Blossfeldt" Dibujos a tinta china de Inés González

8 comentarios:

Inés González dijo...

Durmientes es un proyecto de hace tiempo, unos diez o doce años quizás. Me obsesionaba la pérdida, ese vacío insondable que deja la ausencia, el rastro imborrable de los que se van sin dejar huella y siempre vuelven, siempre están.
Los imaginaba dormidos, plácidos, sin dolor, sin pesar alguno.
Para eso tomé algunas fotografías en blanco y negro de miembros de mi familia.
Pero el proyecto quedó ahí, en suspenso, nunca más volví a él, hasta ahora.
Hoy esta larga serie "Tras la huella de Karl Blossfeldt que pareciera no tener fin, me ha llevado hasta los Durmientes. Estos largos años fueron necesarios para su maceramiento estético y solidez del discurso.
Durmientes tienen muchas lecturas, pero sobre todo son un Gran Conjuro contra la ausencia sin huella, contra la vida arrebatada injustamente, contra el insomnio que condena y nos condena, y muchas otras cosas más que no hace falta explicar, porque tampoco tengo las explicaciones, ni quiero tenerlas.
Que cada espectador cavile y sueñe, y sobre todo disfrute.
Don Antonio Gamoneda sintetiza muy bien en este poema inmenso los enigmas de estos Durmientes:

Atravesó el silencio;
ya ha cuajado en sus labios el fulgor de una madre
y descubre caminos de azucena y de sombra.

Ha venido de noche. Atravesó el silencio.
Más allá de las rama invisibles, ajeno,
al rumor de la sangre, él estaba.

No nos dice qué llanto, qué palabra, qué vientos;
en qué día, qué nieve, qué lejanas montañas,
ha cruzado a los muertos.

Un cordial abrazo a todos lo que se asoman a esta ventana.

Tempero dijo...

De nuestro gran poeta Gamoneda surgieron estos versos a tener en cuenta ahora:

No hay ya más que rostros invisibles.


.
Me he extenuado inútilmente
en los recuerdos y en las sombras.


Entre la linea de las ausencias siempre hay una línea paralela que es la de la resistencia (interior o exterior, siempre de combate).
En tu caso, ese 'belicismo' se propaga a través del arte, la eclosión.
Buen uso diste a esa crisálida ya desgajada colocándola sobra una cabeza un poco dura.
Jamás te extenúes, Inés.

También de ARDEN PÉRDIDAS, Gamoneda tiene otro sobrio gran verso:

Así es la vejez: claridad sin descanso.

P.d. me parezco un poco,¿no?

Inés González dijo...

Te pido disculpas, aquí en público Tempero, por haber usado tu fotografía, e inmortalizarla sin derecho a pataleo cuándo ya no había vuelta atrás.
Pero ya me conoces, estas "apropiaciones" lejos están de un fin narcisista y banal.
Cuándo vi la foto, pensé: es perfecta, engarzaba con mis antiguas fotos familiares, que vendrán a continuación.
No me parece dura, sí creo que es un Durmiente que no se resiga al rol al que le han sometido, emerge de la tierra como esa "crisálida vegetal" con toda la fuerza que ella le imprime.
Es un Durmiente que atraviesa el silencio, que cruza a los muertos.
Este es el sentido de peso, capital.
Pero no es dura, fuerte, iracunda, sí.
Gamoneda es imprescindible para mi, pareciera que curtimos las mismas obsesiones y dolores, necesito su verbo, su palabra magistral.
Ojalá mi vejez tenga esa claridad sin descanso de la que habla, de lo contrario preferiría morir, extenuada de cansancio creativo.
Espero que no te hayas ofendido por usar tu rostro.
Un abrazo fuerte

Tempero dijo...

Querida Inés, usted no me ofende ni por asomo. Lo que no me ha entendido es bien: yo no he dicho que sea el rostro duro, sino que yo soy el que tiene la cabeza dura, vamos que soy cabezota. Así que desahóguese que ese durmiente de vez en cuando se despierta y se afeita.

Un beso muy fuerte.

JosepMª dijo...

¡Uauuu!
¡Qué entrada!

La cabeza dura.
La flor cerebral
(o craneal)
La pluma
hecha filamentos etéreos.

La alternancia
de los diálogos amigos.
La pura poesía
de Don Antonio Gamoneda
(gracias a vosotros, lo conozco)

Esos dibujos,
que sí,
parecen grabados.
Sutil,esa plumilla
rozando el papel.

Es reconfortante,
conectar,
de vez en cuando,
con personas
que miran
(miramos)
al mismo horizonte.

Y lo bien que me lo paso.

Un abrazo.
(esta vez, dos)

Inés González dijo...

Muchas gracias querido Josep por tus palabras. Alienta, reconforta, estimula, compartir la mirada, esa mirada que se presiente y se siente, aunque nunca nos hayamos visto las caras.
Me hace muy feliz saber que te lo pasas bien.
Gamoneda es un grande con mayúsculas, más allá de los premios y el merecido reconocimiento que tardíamente le llegó. Su poesía me conmueve, me llena de gozo desde la primera vez que lo escuché allá lejos y hace tiempo por los años 90. Desde entonces lo sigo, como un vigilante invisible de la nieve.
Un abrazo muy fuerte!

Carmen dijo...

Algunos días siento que un libro determinado, o quizás un poeta, me llama.

Con estos durmientes me llama un libro, capítulos diferentes de él

Esta crisálida vegetal me lleva a La inmensidad íntima, al poema de Jules Supervielle...


...Azul vivo de un espacio
donde cada árbol se alza al
desenlace de las palmas
en busca de su alma


y a las palabras de Rilke...


...A través de nosotros vuelan
los pájaros en silencio. Oh yo que quiero crecer, miro hacia fuera y el árbol crece en mí


Con esta Crisálida vegetal se siente la fuerza (el durmiente parece durmiente y concentrado) para alzar el vuelo, sin olvidar las raíces que nos sostienen

Abrazos

Inés González dijo...

Los dos poemas que te "llaman" Carmen encajan de maravilla a esta obra, sintetizan lo que he sentido y querido plasmar. El Durmiente se "alza", emerge con toda la fuerza de un nacimiento, lo circunda el silencio, un vuelo sin zumbido de pájaros insomnes.
Un abrazo muy fuerte.