jueves, 23 de abril de 2009

Pues en parte alguna hay permanencia




La muerte del poeta
Yacía. En su rostro alzado sobre el alto almohadón
había palidez y rechazo
desde que el mundo y aquel saber de él,
arrebatado a sus sentidos,
cayó de nuevo al año indiferente.
Los que lo veían vivir no sabían
que todo aquello y él era lo mismo,
y es que aquello: aquellos valles y praderas
y aquellas aguas eran su cara.
Oh sí, su cara era todo aquel espacio,
que ahora aún acude a él y lo reclama;
y su máscara, que expira angustiada,
es mórbida y abierta como el interior
de un fruto que se pudre al aire.
Nuevos poemas Rainer María Rilke

lunes, 20 de abril de 2009

Entraña verde



Green Park, London.




A ti, fertilidad, entraña


verde,


madre materia, vegetal tesoro,


fecundación, aumento,


yo canto,


yo, poeta,


yo, hierba,


raíz, grano, corola,


sílaba de la tierra,


yo agrego mis palabras a las hojas,


yo subo a las ramas y al cielo.


Inquietas


son las semillas,


sólo parecen dormidas.


Las besa el fuego, el agua


las toca con su cinta


y se agitan,


largamente se mueven,


se interrogan,


abajo lanzan ojos,


encrespadas volutas,


tiernas derivaciones,


movimiento, existencia.


Hay que ver un granero


colmado,


allí todo reposa


pero los fuegos


de la vida,


los fermentos


llaman,


fermentan,


arden


con hilos invisibles.


Uno siente en los ojos


y en los dedos


la presión, la paciencia,


el trabajo


de gérmenes y bocas,


de labios y matrices.


El viento lleva ovarios.


La tierra entierra rosas.


El agua brota y busca.


El fuego hierve y canta.


Todo


nace.


Y eres,


fertilidad, una campana,


bajo tu círculo


la humedad y el silencio desarrollan


sus lenguas de verdura,


sube la savia,


estalla


la forma de la planta


crece


la línea de la vida


y en su extremo se agrupan


la flor y los racimos.


Tierra, la primavera


se elabora en mi sangre,


siento


como si fuera


árbol, territorio,


cumplirse en mí los ciclos


de la tierra,


agua, viento y aroma


fabrican mi camisa,


en mi pecho terrones


que allí olvidó el otoño


comienzan a moverse,


salgo y silbo en la lluvia,


germina el fuego en mis manos,


y entonces


enarbolo


una bandera verde


que me sale del alma,


soy semilla, follaje,


encino que madura,


y entonces todo el día,


toda la noche canto,


sube de las raíces el susurro,


canta en el viento la hoja.


Fertilidad, te olvido.


Dejé tu nombre escrito


con la primera sílaba


de este canto,


eres tú más extensa,


mas húmeda y sonora,


no puedo describirte,


ven a mí,


fertilízame,


dame sabor de fruto cada día,


dame


la secreta


tenacidad de las raíces,


y deja que mi canto


caiga en la tierra y suban


en cada primavera sus palabras.


"Oda a la fertilidad de la tierra" Pablo Neruda