martes, 6 de diciembre de 2011
La inalterable belleza de los tigres sonámbulos
DE NUEVO DEJO VOLAR los grandes paraguas blancos en el aire nocturno. Lo sé, éste no es el camino del nuevo Colón, mi reino insular permanece sin descubrir.Las infinitas ramificaciones de las raíces del aire de las que he colgado una mano en cada una, se abrazarán solitarias, ignoradas de los viajeros de la altura, cada vez las agarrarán más compulsivamente las manos y nunca se quitarán el guante de la melancolía. Todo eso lo sé, pero sé también, que no puedo confiar en la marea que, como una espuma como la de abajo, baña las orillas como contornos de encajes de aquellas islas que yo deseo que se integren en el SUEÑO absoluto. Bajo mis pies descalzos se enciende la arena, me pongo sobre la punta de los dedos y me voy rumbo hacia arriba. Hospitalidad no puedo esperar, eso también lo sé, pero ¿dónde puedo detenerme,si no allí? No se me considera allí bienvenido. Un heraldo desconocido viene a mi encuentro en alta mar para decirme que me está prohibida cualquier escala. Ofrezco mis manos sangrantes por las espinas flotantes del cielo a cambio de un instante de reposo, en la esperanza que desde allí, desde la playa de seda de la primera despedida de mi mismo, aún pueda alzar una serie de velas redondas, hinchadas y pueda continuar mi periplo hacia ellas. Ofrezco mis manos para vigilar sobre que el equilibrio de esa flota póstuma permanezca sin riesgo alguno. De nuevo se me rechaza. A mi no me queda sino continuar el camino, pero se me van las fuerzas, cierro los ojos y busco un hombre con una barca.
Bucarest, Poemas y prosas de juventud, Paul Celan.
Libro de artista de Inés González
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2 comentarios:
Volviste! Como no has activado la opción para compartir, me lo llevaré a mano a F. Y T. Un abrazo y feliz regreso!
PINTORES DE HOLANDA
(POR ADAM ZAGAJEWSKI)
Las palanganas gravosas, pesadas de estaño.
Gruesas ventanas henchidas de luz.
Nubes plomizas, matéricas.
Vestidos como edredones. Ostras húmedas.
Las cosas son inmortales mas no nos sirven.
Los zuecos de madera, capaces de andar solos.
Las losas del suelo, que no se aburren nunca
y juegan con la luna al ajedrez a veces.
Una muchacha fea contempla una carta
escrita con tinta invisible.
¿Se trata de amor o de dinero?
Los manteles huelen a almidón y a moralidad.
La superficie no se une con la profundidad.
¿Misterio? No hay misterio, tan sólo el celeste
hospitalario, inquieto como el grito de la gaviota.
Una mujer se aplica en pelar una manzana.
Los niños sueñan con la vejez.
Alguien lee un libro (el libro es leído),
alguien duerme y se torna objeto cálido
que respira (como un acordeón).
Les gustaba habitar. Habitaban en todas partes,
en el respaldo de madera de una silla
y en el chorro de leche estrecho como el estrecho de Bering.
Las puertas abiertas de par en par, el viento amigo,
las escobas reposando tras un trabajo a conciencia.
Las casas descubiertas. La pintura de un país
que no tenía policía secreta.
Tan sólo en el rostro del jovencísimo Rembrandt
una sombra prematura se revela. ¿Por qué?
Decidme, pintores de Holanda, qué pasará
cuando la manzana sea pelada, cuando la seda se apague,
cuando se vuelvan fríos todos los colores.
Decidme qué es la oscuridad.
[Traducción al castellano de Elzbieta Bortkiewicz]
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